La profesora Rosa María Fuchs analiza los retos de la docencia y da sus recomendaciones para dictar clases que generen más interés y un alto impacto en los alumnos (tanto en el escenario virtual como en el presencial).

Hoy más que nunca, la educación en todos sus niveles se enfrenta a enormes desafíos. La pandemia de la COVID-19 le ha exigido a muchos de nuestros maestros reinventarse, encontrar nuevas herramientas de comunicación y nuevos mecanismos para conectar con sus alumnos. Si, presencialmente, capturar su atención durante largas horas ya significaba un reto, la distancia que ha impuesto la coyuntura eleva esta exigencia a otro nivel. ¿Cómo presentar las clases de tal manera que sostengan la atención y el interés de los estudiantes?

Rosa María Fuchs, investigadora del CIUP y profesora del Departamento Académico de Administración de la Universidad del Pacífico, conversó con nosotros y compartió sus métodos de enseñanza y cómo estos podrían aplicarse también en la educación secundaria. Para ella, el punto clave —se trate de una clase presencial o remota— es construir espacios de confianza. “En el entorno presencial o virtual, la empatía es lo que genera un clima de confianza. El alumno no debe tener miedo ni sentirse en situación de alerta. Sino que debe sentirse espontáneo, motivado con participar y contento por ser parte de un espacio agradable, de un ambiente provechoso de trabajo”, comenta Rosa María.

La profesora Gina Pipoli dictando clases de Marketing en el iLab (Laboratorio de Innovación).
La profesora Gina Pipoli dictando clases de Marketing en el iLab (Laboratorio de Innovación).

Asimismo, la docente explica cómo sortear con las dificultades adicionales que trae consigo una clase remota. “Yo creo que se puede empezar siempre por preguntar cómo están. En esos momentos iniciales de la clase, hay que tratar de generar la interacción y dedicar un poco de atención a cada uno. Tomar lista, empezar a escuchar sus voces, pedir que los que puedan enciendan las cámaras”. De la misma manera, refiere que otra buena estrategia es pedir que entre ellos mismos recapitulen la clase anterior. “¿Qué vimos la clase pasada?”, le suele preguntar a sus alumnos. “Y no avanzo ni digo nada hasta que ellos empiecen a comentar aunque sea por el chat. Recién, cuando estoy convencida de que quedó claro, empiezo con lo nuevo”.

Rosa María dicta desde 1999 y reconoce la importancia de preparar cada una de sus clases como si no las hubiera dictado antes. “Aunque el tema lo domine con los ojos cerrados, siempre planifico mis tiempos y mi contenido”, explica. Esto le permite hacer clases diferentes y dinámicas, más personalizadas en función al grupo de alumnos. Asimismo, le facilita apostar por la interacción y saber con mayor exactitud cuánto tiempo le dedica a cada tema.

Las reacciones

Las reacciones son una de las cosas a las que más atención presta un interlocutor. Porque le permite regular su discurso en función a cómo se va comportando su audiencia. Esto era bastante más sencillo en una clase presencial, porque un profesor tenía los rostros de sus alumnos enfrente, pero se dificulta mucho en un ambiente virtual y, peor aún, cuando no necesariamente todos los estudiantes tienen encendida su cámara. Rosa María explica que ha desarrollado distintas estrategias para favorecer la interacción con su audiencia. A menudo, se esfuerza por ver sus reacciones en la pantalla, pide que reaccionen con emojis en el chat o que coloquen algo que refleje su estado de ánimo. Asimismo, constantemente se asegura de que la sigan y busca cambiar de dinámicas cuando siente que se pierde atención. “Me las arreglo para mirar el chat, atender sus preguntas, estar atenta si levantan la mano o tienen alguna inquietud. Es un error llevar tu clase como si fuera un monólogo. Es un error que no prestes atención a lo que de verdad está pasando ahí. Debemos tratar de ir combinando actividades. Dar un espacio para las preguntas y las dinámicas que puedan tener los alumnos. No todo puede ser en función del profesor hablando”, comenta ella.

El profesor Mario Chong en una de sus clases de la Faculta de Ingeniería.
El profesor Mario Chong en una de sus clases de la Faculta de Ingeniería.

Tecnología y presentaciones

En esta coyuntura, la tecnología mínima que debe manejar un docente es la de una plataforma de videollamada o reuniones remotas. Conseguir, a través de esta tecnología, la comunicación plena con los alumnos y la posibilidad de hacer presentaciones es necesaria. Rosa María cuenta que en sus clases, además, suma otras aplicaciones como Mentimeter o Kahoot!, que le permite hacer competencias de conocimiento entre sus alumnos y dinamizar el aprendizaje. Asimismo, comenta que trabaja sus presentaciones en Power Point y que proyecta materiales audiovisuales como apoyo constante.

¿Existe algún consejo para mejorar nuestras presentaciones? “Mientras menos texto y más gráfica, mejor”, comenta ella. “Generalmente, yo pongo una imagen o una pregunta que derive en una conversación”. Además, explica que son errores comunes que la presentación sea monocromática, lleve letra muy pequeña o todo sea exageradamente llamativo. “Hay que encontrar el punto medio”.

En donde también hay que encontrar el punto medio, dice, es en nuestras explicaciones. “Puede haber un tema muy conceptual, pero hay que buscar la manera de explicarlo sencillo y, al mismo tiempo, no restarle profundidad”. Además, comenta que es necesario identificar las distintas formas en las que aprenden nuestros alumnos: “Algunos aprenderán con videos, otros con dinámicas grupales, otros con la explicación del profesor. Cada uno tiene diversos estilos de aprendizaje”.

Rosa María recalca que, en todo caso, siempre debemos prestar atención a nuestros estudiantes y mantenernos empáticos y alertas frente a sus inquietudes. El clima de confianza y la empatía son fundamentales, incluso más allá de toda tecnología, piensa ella. “El equilibrio está en, primero: generar la confianza. Y segundo: encontrar los mecanismos ideales para reforzar los aprendizajes”, asegura.